Sí, no es chiste. Quiero un masaje. Hoy salí del cuarto de baño, estornudé justo cuando mi cuerpo resentía el cambio de temperatura entre la vaporera en que se transformó el baño, y el refrigerador que parecía ser el resto de la casa. Y el estornudo fuerte-fuerte, me dejó doblada... con una exquisita contracción en el tercio superior de la espalda. Doce horas después del estornudo, me sigue doliendo. Recién se me ocurrió tomar un analgésico. También olvidé mis medicinas habituales. Cuento aparte es que mientras me duchaba se cortó la luz. Precavida yo, sabiendo que desde la noche anterior que la electricidad venía con poco power, dejé cerca una linterna encendida.
Con pololo hemos conversado bastante últimamente. Hay cosas en las cuales no coincidimos, ni nos entendemos. Y no hay cómo entendernos... ni aceptarnos de corazón y buena gana. Le pedí que me acompañara al "psikiatraka", a ver si alguien nos podía ayudar a traducir las cosas que piensa cada uno. Fracaso uno: no lo entiendo mucho mejor que antes (y mucho peor tampoco). Fracaso dos: él salió de la consulta como si nada. Nada.
Admito que pienso mucho, y que lo paso mejor pensando que no-pensando. Y siento que una sesión fue productiva cuando salgo de ahí... pensando. A veces me distraigo un poco, como tomando un momento de recreo antes de seguir pensando; normalmente llamo a Sergio y le pregunto cómo ha estado su mañana. Pero inevitablemente, el recreo acaba, y yo vuelvo a pensar. Así es que no me agrada mucho hacer el esfuerzo de buscar orientación (y pagar por ella), y que mi acompañante haya salido de ahí como si nada hubiera pasado. Cero crítica. No dijo "tiene razón", no dijo "no me gustó", no dijo "no me parece". Tampoco creo que él me entienda un poco más a mí.
Finalmente, le recomiendan darme un poco de espacio, hacer un esfuerzo para no girar tan cerca (y constantemente) de mí. Pero -conociéndolo- parece que es una ofensa pedirle eso. Y bueno, si el esfuerzo no funciona, le recomiendan ir a ver un psicólogo; "eres más ansioso de lo que crees", le dijeron. Y se defendió: él no cree necesitar un psicólogo; sabe que los alcohólicos no creen ser alcohólicos, pero él dice no ser así; él dice que sabe que no necesita un psicólogo.
Mientras caminábamos por el centro, tratamos de conversar algo. Quise saber qué pensaba, qué opinaba... pero nada. Le di opciones, y dijo que si, "de todo eso, un poco".
A esta hora, no sé qué me moleste más: tener un pololo que me necesita demasiado, o tener por pololo a alguien que no tiene interés en conocerse y entenderse a sí mismo. Y cada cosa me molesta un poco más cuando tomo en cuenta ese detalle... lo quiero muchísimo.
Quetiapina... otra vez.