20100524

Lunes, 24 de Mayo

Querido diario, claramente esto es una broma. Ni mi diario de vida es diario, ni es querido. Bueno, tal vez sea querido, de vez en cuando deseado, y otras veces parece que es la costumbre lo que le da valor. Sí, querida yo. Hoy tienes ganas de escribir y no sabes qué.

Algo de ansiedad traigo, así es que apretar botoncitos es una solución parcial. En realidad no creo que sea solución, sino entretención, pasatiempo... pasansiedad!! (y he inventado una nueva palabra para mi mundo). Pero la ansiedad que traigo hoy es algo distinta a la habitual, aunque algo parecida también. Me siento bien y me siento perdida a la vez. Me siento sola, pero me siento querida. Soñé que dormí con alguien que no era mi pololo, pero no me sentía mal por ello. Por algo este blog tiene el título que tiene, y su URL empieza por lo que empieza.

Me siento tranquila, con esa sensación de reconciliación con el mundo, lentamente, otra vez. ¿Tendrá algo que ver el invierno con todo esto? Quiero que llueva otra vez, de verdad. Miro el pronóstico del tiempo, y más que otras veces, quiero ver que me digan que va a llover.

Ay, la lluvia... aire caliente, aire frío, milloooooones de gotas de agua que caen, suenan, mojan, preocupan, deleitan, inundan. Las nubes gruesas llaman al abrigo, dicen frío, hacen pedir chocolate, buscar luz, encender el horno o calentar aceite, compartir... incluso compartir conmigo misma. Cuando hace frío, me quiero querer más, hasta no sentir frío, pero necesito el frío de afuera, porque sin su presencia el calor pierde su gracia. Con frío, los abrazos son más ricos, y... ¡Hasta tomar un helado se hace más rico con frío afuera!: se derrite más lento, se toma más lento, se disfruta más tiempo (y sus calorías sirven más que en verano), y la lluvia... entonces la lluvia es la guinda de la torta, poco importante (pero muy especial).

Ahora, que venga alguien a hacerme pensar en quienes sufren con la lluvia. Pues no importa si es un día de empatía y solidaridad, o un día de egoísmo y apatía, la lluvia sólo me hará disfrutar más de lo que tenga. Mal de muchos, consuelo de TODOS, para bien o para mal.

Cuando deja de llover, el cielo se vuelve azul de verdad, contrastando con nubes muy grandes, muy blancas, que se mueven tranquilas; la luz parece más brillante -a veces molesta-, el horizonte vuelve a estar lejos, el paisaje vuelve a ser grande y reaparecen las montañas, que extrañamente me hacen sentir protegida. Luego el mundo obviará lo bello, y olvidará la lluvia.


Ni tantos días de lluvia, ni tantos días de sol. Que el cambio no sea tan repentino.
Por ahí anda mi gusto.