20100104

Listas...

Hoy terminé de leer el diario de ayer. En verdad no lo leí todo. Nunca lo leo entero (así y todo le encuentro faltas de ortografía cada vez que lo leo). Hoy fue el turno de Artes y Letras... ¿Cuándo le van a poner subtítulo (avisos laborales)? ...y me acordé de mí escribiendo sobre las cosas que se propone la gente cada vez que se inicia un nuevo año, porque alguien, -cuyo nombre ya olvidé- escribió un artículo sobre Umberto Eco y su libro relacionado con listas... y para iniciar su escrito partió comentando los propósitos de año nuevo. Y me di cuenta de que yo también soy una criticona de las listas. Sobre todo si se trata de listas de cosas por hacer: creo que 19 de cada 20 son inútiles... ojo, que hablo de listas pero no de agendas. Una cosa es programarse, cosa que funciona cuando no se mide el tiempo con resortes y/o se sabe bien lo que tarda cada tarea. Y como soy criticona de listas, siento que tengo algo que decir.

Lo segundo que se me vino a la cabeza mientras leía, fueron los 1001 (a) que (b) antes de morir, título de mil y un libros que se encuentran en cualquier librería de surtido decente, en el que (a) es un sustantivo y (b) un verbo: pinturas que ver, platos que probar, lugares/monumentos que visitar, cosas que saber, películas... libros... y así, según el tema con que se obsesione el autor. ¿Por qué me imagino que ese autor puede ser fotógrafo? Y la porquería también tiene versión en la tv, en People and Arts (Discovery Networks) que tiene 1000 lugares que ver antes de morir. A estas alturas, el número empieza a perder importancia, no porque no recuerdo si el programa es acerca de 1000 o de 1001 lugares, sino porque eso trae a la mente todos los otros números: los Top 20, 10 ó 5 de MTV, que variaban semana a semana (¿siguen existiendo?), los millonarios de la revista Forbes, los autos más eficientes, las bellas, los guapos, los mejor/peor vestidos...
¿Para qué diablos se hace una lista, ah? Si me preguntan a mí, debe ser el gusto por ordenar las cosas, porque la lista no es sólo cosas que se nombran formando parte de un grupo; si es por eso no tienen gracia... la gracia está en presentarlas de alguna forma particular. Un índice no es índice si indicase absolutamente todo. La gracia del ranking está en saber cuál es el mejor (sea lo que sea). Ahora, el objetivo de las listas se transforma en el chiste: ¿Para qué diablos sirven?

Siempre una lista entrega información. A veces es útil, a veces no; pueden ser datos serios u opiniones sin importancia. Siempre tiene su lector-objetivo. Pero, si el dato no me interesa, por muy bien presentado que esté, me siento como leyendo el horóscopo: súper bueno un ranking de MBAs... pero yo no pretendo hacer un MBA (después de leer un horóscopo olvido lo que decía, pero hay viejas que saben todo lo que les ha dicho Yolanda Sultana durante la semana).

Pienso ahora en los 1001 libros sobre 1001 cosas: los publican como si ya no se hicieran más películas, o libros, o pinturas. ¿Y si el próximo Van Gogh anda escondido por ahí y aparece la próxima semana? ¿Podrán esas 1001 pinturas hacerme temblar como cuando vi un Van Gogh en Bs Aires? ¿Cuántas películas buenísimas aparecerán mientras trato de ver las 1001 recomendadas? ¿Cuántos libros? ¿Qué tal si una de esas listas las hiciera yo? ¿Le serviría a alguien que no sea yo? ¿1001 plantas que usted no conoce?

También recuerdo que las listas de compras... ehhhh... no siempre me sirven: si es mental, se me olvida algo; si es escrita, al final no la tengo siempre en las manos, y termino olvidando una de las cosas que salí a comprar. Vuelvo a creer que tengo déficit atencional... en verdad, ya dejé de pensar en la inutilidad de las listas: llevo rato viendo tv. Y olvidé que quería ver Grey's Anatomy.
Según el diario que leí el sábado, la internet puede tener algo de culpa.


Ya se me desordenó el sueño. Oficialmente, declaro que padezco de horario de vacaciones. Y no es tan bueno como suena.