20100607

Fines de semana

Muchas veces me preguntan qué haré el próximo fin de semana, pero normalmente no tengo respuesta. Mis fines de semana suelen ser una ventana abierta. Muchas veces le pregunto a Sergio qué haremos el fin de semana, pero suele ser porque tengo ganas de preguntarle algo. Otras varias veces, le pregunto qué tiene pensado hacer el fin de semana. Pero sus fines de semana aún parecen regidos al deber, porque la respuesta parte con un "no sé" ...y siempre sigue con una versión del "tengo que ayudar", que parece ser producto de la culpabilidad que producen las palabras de su padre que se queja de no recibir ayuda (en lugar de pedirla) en el negocio. Así las cosas, el viejo debiera estar feliz, porque recibe más ayuda de la que pide.

El viernes recién pasado anduvimos de paseo por Bellavista. Hace rato que no salíamos a compartir con los pocos amigos en común. Y fueron menos los amigos que llegaron, porque... bueno... puede ser esa otra costumbre chilena: la de decir que sí, sin intención de cumplir. Por cierto, a mí se me hace más fácil decir que no y cambiar de opinión después, que decir que sí, y cambiar de opinión después. Debe ser que suelo avisar cuando cambio de opinión (también suelo avisar si voy a llegar notablemente tarde). Pero yo estaba escribiendo algo acerca del viernes!!

Yo quería ir al Dublin. Nunca he ido y siempre quiero entrar, pero está llenísimo. Creo que lo dejaré para un día de semana, porque olor a cigarro sí aguanto, pero no las neblinas que produce. Así que fuimos al Budapest. Y apenas nos pasan la carta, empiezo a sentir por qué Dublín está lleno y Budapest está vacío. Obvio, si te reciben preguntando si vas a comer algo... porque no pueden vender alcohólicas sin comida, luego ves que la carta no trae mucho para escoger, hay sólo dos tipos de cerveza disponible, y eso sumado a la ausencia de happy hour creo que termina de explicarlo todo. Una conversación liviana, y un reencuentro después de no verse por meses... rico igual. Ah, y una tabla de frutos secos es de lo más agradable del mundo, y no se encuentra en cualquier parte. Y eso que me gusta hacer a mí: en vez de pedir "algo más", prefiero irme a otro local, y pedir "de nuevo".

Segunda parada: La Casa en el Aire, local antiguo. Hace más de un año que no iba. Me gusta porque se siente simpático el ambiente (y la doble altura del interior permite que el humo no moleste tan rápido), y me gustaban las sopaipillas. Sí, sí: me gustaban, porque las que comimos el viernes estaban horribles... eran como las de carrito de calle, y fritas dos veces, y más chicas de lo que recordaba (ya eran tamaño cocktail). Nada que ver con los viejos tiempos, en que eran suaves como las que hago en la casa. La yuca venía dura y casi fría... de nuevo como frita dos veces (sólo que la vez 1 fue hace muuuuucho rato). En ese entonces no me molestaba que se demorasen un mundo en servir una tabla, porque el resultado final hacía olvidar la espera. Ahora no. Ahora me hacen pensar en escribir sobre todo lo que puedo odiar cuando salgo a comer. Creo que ese será el próximo post. Remodelaron los baños y quedaron lindos (en realidad sólo uso el de las mujeres). Siempre me parecerá simpática toda esa onda popular y anti-imperialista que venden... porque sí que la venden! (y no es barata).

Resto del fin de semana: cocina/comida, poda, conversación, televisión, bowling, comida chatarra, un dormir desordenado. Hoy con sueño y los pies fríos-fríos, con ganas de nada.


Fluoxeta en 60 mg... otra vez.