20100614

Algo que decir

Esta sensación es nueva... se parece a la ansiedad, pero no me hace descuerar mis labios ni rascar un punto específico en mi cuero cabelludo. Puede que al final sea más de lo mismo. Está claro que hace rato que dejé de sentir "reconciliación" con el mundo, y no importa lo que sienta, no me agrada. Esta vez siento que tengo algo que decir, pero este algo se parece a una moneda de 5 pesos en el fondo de una cartera-modelo de mujer que siempre sale: la cartera está llena de cosas que sirven y llena de cosas que no sirven, y todas las cosas fueron puestas ahí "por si acaso". Ergo, es imposible encontrar fácilmente esa moneda de 5 pesos, por mucho que la quiera encontrar, o por mucho que la necesite.

¿Qué tan exclusivamente femenino será eso de tener cosas porsiaca'? Mi cartera suele contener portacarnet, billetera, a veces lápiz, y muchas boletas... de lo que sea. Recuerdo facturas y guías de despacho cuyo papel tenía impresa "infinitamente" la misma secuencia de palabras: su boleta es beneficio para todos exíjala"... creo que eso sumado al "conserve su boleta" han hecho efecto. En mi cartera no tengo espejo porque no me maquillo... y por eso mismo no llevo set de cosméticos, ni cremas pa la cara ni pa las manos. Odio el olor del esmalte de uñas (y el del quitaesmalte también). Sí llevo en la cartera lo que a veces no puedo llevar en los bolsillos (celu, llaves, vicky). Definitivamente, los papeles inútiles son lo que abunda en mi cartera.

Se me acaba de ocurrir que no es lo mismo guardar cosas porsiaca' que llevarlas porsiaca', porque sólo en el segundo caso se piensa de verdad.

Al otro lado están los machos que botan todo lo que les parece inservible. Es como si tuvieran la capacidad de ver basura en todas partes. Lo más simpático es que también botan cosas que no son suyas, que son de otra persona, y que a esa persona sí le sirven.

Creo que yo aún no encuentro un equilibrio entre guardar y botar. Quisiera que fuese más difícil guardar sin pensar y que fuese más fácil pensar menos antes de botar. ¿Cómo se hace eso?


Parece que la sensación rara ya pasó :)

20100610

A ver...

A ver, ¿por dónde empiezo? (nota mental: aún no tengo idea de dónde está el principio). Así queee... la primera cosa que caiga por su propio peso...

(...)

Anoche soñé mil wevadas. Soñé conmigo en un estado "ultradepresivo-mayor", como si se hubiera multiplicado la desesperanza de los peores días de los últimos años, y eso se sumara a la multiplicación de la intensidad de todas mis emociones y ultrasensibilidades premenstruales. No sé si soñaba que soñaba, o soñaba que olvidaba. O las dos cosas. En mi sueño me enojé con mis dos viejas amigas cercanas del colegio, mis papás no me entendían, mis tíos no me entendían (con suerte hacían caso de mi presencia), y mis hermanas sólo querían cuidarme, sin saber cómo. Habría saltado de cualquier edificio, sentía la necesidad de salirme del cuerpo. Mientras, comía unos bocaditos con forma de pescaditos (nótese el exceso de diminutivos) que venían en unos palitos como de cocktail, pero con forma de pinches... que al final decidí coleccionar, como recuerdo de lo único que pude disfrutar.

También soñé con mis dientes sueltos. Veía mis encías muy delgadas, de un color rosado muy pálido, mis incisivos superiores todos chicos y sueltos; era algo que no tenía por qué estar pasando pero pasaba, y sentía miedo de perder mis dientes. También sentía las ganas de cuidarlos de cualquier forma.

Soñé con la eliminación masiva de gatos. Masivo por la cantidad, no por el método. Había alguien que mostraba las técnicas existentes para matar gatos, y mostraba su técnica mejorada. Gato por gato mostraba y explicaba el qué hacía y cómo funcionaba. Y nuestro gato estaba entre los moribundos... y nosotras sólo nos preguntábamos cómo diablos revertir el procedimiento.

Y creo que eso es todo lo que recuerdo que vi mientras dormía.

Hace frío. Y sólo hay una cosa que aborrezco cuando hace frío: mis dedos. Parece que fueron hechos para congelarse. Si bien es rico poder "abrazar" con ellos una taza de té (o café o chocolate o lo que sea), el efecto dura poco y no me permite hacer otras cosas que quiera hacer, como escribir. Ahora mismo tengo los dedos congelados pero quiero escribir. Y no se calientan escribiendo. Tendrán que disfrutar del tazón y del teclado por separado. Creo que mis dedos de los pies se enfrían más, pero así como no sirven de mucho, no dan mayor preocupación.

Psicoloco le preguntó a Layzcita: "Si tú fueras un computador, ¿Qué parte crees que tienes mala?". Y Layzcita respondió "RAM". Pero habiéndolo pensado un rato más, creo que esa respuesta es sólo una de las caras del asunto. Es que también creo que esta computadora tiene un SO demasiado especial: está claro que funciona, que sirve, pero no lo entendemos. Algo tengo de PalmOS, en que puedo hacer muchas cosas, y -en el fondo- todos los programas se quedan abiertos y listos para volver a ellos, pese a que nunca se usarán todos al mismo tiempo. He ahí un conflicto con mi RAM: sea lo que sea, me cuesta empezar. Tengo la sensación de que mi afición a las metáforas se ha vuelto más que evidente.

Cambiando de tema, voy a terminar con la idea del post sobre evolución foodie, misma que no pude terminar debido a la llegada de Morpheus. Hablaba de comida y vino. La moda del vino, vino antes. ¿Qué sentido tenía saber de vinos y conformarse con cualquier comida? Pues, hubo que continuar la educación del paladar y aprender a comer bien. En paralelo, vamos desarrollando el gusto: "¿Qué vino me gusta? ¿Qué comida me gusta?". Y finalmente ocurre... que hay una forma de comer exactamente lo que quiera... más encima cuesta menos que salir a comer (cosa que tampoco garantizaba en un 100% el placer buscado), y mejor aún: no cualquiera lo hace. He aquí mi teoría de cómo el país aprendió a (comer y) cocinar.


Los días de lluvia son estimulantes. Los días nublados, no.

20100607

Fines de semana

Muchas veces me preguntan qué haré el próximo fin de semana, pero normalmente no tengo respuesta. Mis fines de semana suelen ser una ventana abierta. Muchas veces le pregunto a Sergio qué haremos el fin de semana, pero suele ser porque tengo ganas de preguntarle algo. Otras varias veces, le pregunto qué tiene pensado hacer el fin de semana. Pero sus fines de semana aún parecen regidos al deber, porque la respuesta parte con un "no sé" ...y siempre sigue con una versión del "tengo que ayudar", que parece ser producto de la culpabilidad que producen las palabras de su padre que se queja de no recibir ayuda (en lugar de pedirla) en el negocio. Así las cosas, el viejo debiera estar feliz, porque recibe más ayuda de la que pide.

El viernes recién pasado anduvimos de paseo por Bellavista. Hace rato que no salíamos a compartir con los pocos amigos en común. Y fueron menos los amigos que llegaron, porque... bueno... puede ser esa otra costumbre chilena: la de decir que sí, sin intención de cumplir. Por cierto, a mí se me hace más fácil decir que no y cambiar de opinión después, que decir que sí, y cambiar de opinión después. Debe ser que suelo avisar cuando cambio de opinión (también suelo avisar si voy a llegar notablemente tarde). Pero yo estaba escribiendo algo acerca del viernes!!

Yo quería ir al Dublin. Nunca he ido y siempre quiero entrar, pero está llenísimo. Creo que lo dejaré para un día de semana, porque olor a cigarro sí aguanto, pero no las neblinas que produce. Así que fuimos al Budapest. Y apenas nos pasan la carta, empiezo a sentir por qué Dublín está lleno y Budapest está vacío. Obvio, si te reciben preguntando si vas a comer algo... porque no pueden vender alcohólicas sin comida, luego ves que la carta no trae mucho para escoger, hay sólo dos tipos de cerveza disponible, y eso sumado a la ausencia de happy hour creo que termina de explicarlo todo. Una conversación liviana, y un reencuentro después de no verse por meses... rico igual. Ah, y una tabla de frutos secos es de lo más agradable del mundo, y no se encuentra en cualquier parte. Y eso que me gusta hacer a mí: en vez de pedir "algo más", prefiero irme a otro local, y pedir "de nuevo".

Segunda parada: La Casa en el Aire, local antiguo. Hace más de un año que no iba. Me gusta porque se siente simpático el ambiente (y la doble altura del interior permite que el humo no moleste tan rápido), y me gustaban las sopaipillas. Sí, sí: me gustaban, porque las que comimos el viernes estaban horribles... eran como las de carrito de calle, y fritas dos veces, y más chicas de lo que recordaba (ya eran tamaño cocktail). Nada que ver con los viejos tiempos, en que eran suaves como las que hago en la casa. La yuca venía dura y casi fría... de nuevo como frita dos veces (sólo que la vez 1 fue hace muuuuucho rato). En ese entonces no me molestaba que se demorasen un mundo en servir una tabla, porque el resultado final hacía olvidar la espera. Ahora no. Ahora me hacen pensar en escribir sobre todo lo que puedo odiar cuando salgo a comer. Creo que ese será el próximo post. Remodelaron los baños y quedaron lindos (en realidad sólo uso el de las mujeres). Siempre me parecerá simpática toda esa onda popular y anti-imperialista que venden... porque sí que la venden! (y no es barata).

Resto del fin de semana: cocina/comida, poda, conversación, televisión, bowling, comida chatarra, un dormir desordenado. Hoy con sueño y los pies fríos-fríos, con ganas de nada.


Fluoxeta en 60 mg... otra vez.