Ouiiii... esto es nuevo!! Mi subconciencia (¿o mi inconciencia?) andaba anoche en algún hotel que quedaba quién sabe dónde, en donde hablaban francés. Andábamos con mi sister y su friend -la Nico- y... andábamos medio perdidas. Era igualito que con los manuales de toooodos los juguetes nuevos que se compra la gente hoy en día: se aprende al tanteo, y el manual sólo se lee si la tecnología nos supera. Así pues, estábamos en este hotel medio laberíntico... no porque fuera graaaande, sino porque las escaleras... uhhh... habían varias escaleras, y para llegar a un piso en particular, no sólo había que subir, sino también bajar. Así, para llegar al piso 2, es posible que tuviesemos que subir dos pisos y luego bajar uno. Y nosotras... andábamos perdidas... entre que buscábamos a quienes venían con nosotras, que no sabíamos si nos habían registrado ya, y que la gente hablaba francés... puro enredo... entrábamos y salíamos a cada rato, buscando a alguien. Y de pronto atiné: senciallamente pregunté en la recepción -que era atendida por cualquier empleado del hotel- ...y resulta que estábamos registradas. Me pasaron las llaves de tres habitaciones -una para cada una- y subí con los bolsos de todas, al piso 5, en ascensor. El ascensor era algo más normal... por lo menos paraba en los pisos que decía. Una vez en el piso 5, había otro mesón de recepción, y una señora que también hablaba francés. Y yo, con las contadas palabras en francés que guardo en mi RAM -alias cerebro- le trato de decir que no hablo francés, pero sí español (casi digo inglés primero), e inglés. Surprise! Ella habla español.
Los llaveros eran graaaaandes... como las fichas de custodia de supermercado chico (o supermercado viejo), si hasta me costaba tenerlos en la mano. Hay un montón de puertas que podrían ser nuestras habitaciones. Después de abrir una con mucho esfuerzo (es que puchas que costó girar la llave), me di cuenta de que las puertas tienen haaartos números, entre grabados y tallados, más un letrerito al lado, en la pared, ¡Y otro número más marcado en la pared! Algunos números grandes, algunos chicos, algunos sucesivos... OK, lo asumo, hay que ir a preguntar qué onda. Pero ahora llega más gente. Hay un individuo que no se ve muy amable, junto a toda su familia... y resulta que de las llaves que él tiene, hay dos que tienen los mismos números que dos de las mías! (mi tercera llave es de una habitación en otro piso... o en otro local?) Yo estoy segura de que estoy en el piso correcto, y ya veo que este hombre tiene ganas de reclamar. En fin, le pregunto a la señora de la recepción del piso por el número de las habitaciones... y se pone a pensar. Piensa unos segundos, y muestra sorpresa cuando se acuerda: "ah, sí, de veras... es que los números..." no recuerdo muy bien la frase, pero... era algo como que mientras más se avanza, el número no puede ser más grande, sino más pequeño. Me acordé de Dante y el paseo por el purgatorio. Plop! En fn, con los números algo más claros, me fui a buscar las puertas de nuestras habitaciones, acompañada por Madame Gil, cuando vienen llegando la Fanny y la Nico, por el ascensor, con cara de "aquí estabas... sabía que sabías".
Le he dado vueltas al asunto del loquero... y por un día estuve segura de lo que quería hacer. Pero se me pasó. Había pensado que este es mi último semestre como estudiante, y cambiar de psiquiatra por un semestre no era muy provechoso salvo que nos veamos como diez veces en lo que queda de semestre, mientras que seguir con mi psiquiatra de siempre implicaría un máximo de tres sesiones en el mismo período, y como una consulta no puede ser exorbitantemente cara, entonces la segunda alternativa podría ser mejor. Pero en estos días me han invadido las ganas de cambiar... cosas chicas como andar en jeans y no en pijama por la casa cuando no salgo, como querer un corte (un retoque en verdad) de pelo; y cosas menos chicas, como este blog nuevo, o hacer proyecto de título en vez de dar examen de grado. Y de pronto me encuentro pensando en la posibilidad de cambiar de loquero, al menos durante este semestre. Y me quedo pegada porque no decido nada. Porque no sé qué esperar ni en el caso de escoger un cambio temporal. Es como una invitación subconciente para ir de visita a la dimensión desconocida... tan desconocida que ni de visita me atrevo a ir. Ni siquiera estoy segura de que tenga que esperar algo del cambio. También existe la opción de que sea tanto el cariño que le tengo a mi psiquiatra que no quiero que se aparezca la posibilidad del cambio permanente. Y llevo 5 minutos releyendo la afirnación anterior. ¿Está claro que el tema ya no es "elegir" un nuevo médico, sino decidirme entre hacerlo o no?
Pocas veces en la vida he podido estar sin pensar. Extraño esas veces.