Pasaba por aquí, y me dieron ganas de escribir. Fin. Aquí estoy, escribiendo.
Anoche soñé que un gordo feo me perseguía... y me perseguía y me perseguía... y el desgraciado siempre me encontraba; a veces se demoraba, pero terminaba por encontrarme. Luego yo me arrancaba como podía, y a donde fuera que se pudiera correr. Cuando creía que ya me había escapado o escondido bien, respiraaba aliviada, pero el desgraciado me volvía a encontrar. Horror... muy gordo, muy feo, muy enfermo de la cabeza (no como yo, que sólo parezco loca, a veces). Él solo quería estar conmigo... muy conmigo, mientras yo sentía que me querían comer viva.
Que el mundo me acuse de discriminadora, pero yo no podría salir (entiéndase andar o pololear) con un hombre gordo. No sé... me dan "cosa". Y eso que sí conozco machos más que corpulentos, bien pasados de peso y todo aquello... y me caen bien, por algo son o han sido mis amigos. Pero hay algo que me desagrada, y no sé qué es. También está el mito de que gordito es sinónimo de calentito. Y es mito: los pocos abrazos que he recibido de parte de gorditos, son heladísimos... ¿Tendrá que ver con la aparente facilidad para sudar? Ajjj... lo siento, no es intencional... sencillamente es desagradable y no puedo evitar sentir eso.
¿Y si Sergio engordara hasta esos límites, producto de mi afición a la cocina y a la comida? Uy... en primer lugar, eso es casi imposible por lo mucho que se cuida a sí mismo, y en segundo lugar... ehmmm... no sé... supongo que podré inventar comida bien fibrosa y sabrosa, para llenar el estómago de cosas poco aprovechables, pero con formatos apetecibles. ¿Una dieta encubierta?
En los últimos días he disfrutado de comida que no requiere masticación: es que el arco inferior de mi boca ya tiene su aparataje ortodóncico, así es que no he podido comer como la gente normal. He desayunado porridges de avena y he hecho puré de lo que se me ha antojado, inspirada yo por hummus y tahine... que todavía no se ven en el horizonte cercano. Ahora que lo pienso... me acabo de dar cuenta de que casi no he comido carne.
Odio no poder quedarme dormida. Odio despertar demasiado temprano.
Odio más aún que esas cosas ocurran una después de la otra, en cualquier orden.