Aaaaaaaaaaagh!! Es lunes. Es el fin de las vacaciones escolares de invierno. Es el fin de las mañanas quejumbrosas (estoy aburrida) y preguntonas (¿qué haré hoy?) de la Sofi. Parecen preguntas mías, sí, pero no lo son. No lo eran. Tal vez ahora el aburrimiento y el cuestionamiento diario vuelvan a ser exclusiva propiedad mía hasta las próximas vacaciones escolares. Siento que tendré hijos sólo cuando deje de tener hermana-niña y primas chicas. Soy un caso. ¿Y por qué yo? Puchas, parece que es porque las escucho (o trato de escuchar), y les entiendo, y les respondo, y todo en el mismo idioma. No soy la mamá ni soy la tía: soy la hermana grande, soy la prima grande. Soy la "otra adulta" en el público del teatro infantil... Los actores le hablan a los niños, luego se dirigen a los papás... y nunca interactúan conmigo, que no soy niña ni soy madre... me siento discriminada sin serlo (o alguien discrimina sin saberlo).
Es lunes, no hay niñas que me pregunten y pregunten cosas por la mañana. Hace rato que se fue el dolor de piernas que me dejó la subida al San Cristóbal, y ya creo que conseguí ordenar mis horas de sueño (y no más carrete nocturno, hasta que olvide que me dejan durmiendo mal... y peor). Me levanté más tarde de lo que me habría gustado, pero igual hice un rato de bicicleta viendo TV, y estoy descargando un poco de ansiedad sobre el teclado. Pienso en lo que me queda por escribir en cierto trabajito (y sus gráficos, y sus fotos, y sus cuadros y sus conclusiones). Necesitaba volver a conectarme con mi vida que cambia... pero sólo con la mía, egoístamente mía.
Tengo unas ojeras geniales (pa' la foto)... también me siento cansada, y resfriada. Mi pequeña tos de la semana pasada ha evolucionado hacia el resfrío común, y no me gusta. Bueno, ¿a quién le gusta estar resfriado? (a quien sólo descansa si se enferma, supongo). Pero resfriada o no, siento que me quiero levantar, y me quiero mover, y quiero hacer algo... y son tantas cosas que no sé por dónde empezar. Así es como empecé por escribir tonteras aquí, esperando que los nervios se me calmen un poco, porque después de todo sé que hay tiempo para todo lo que quiero hacer hoy.
Mis dedos tienen frío, como siempre en invierno. Me compré un par de guantes en el supermercado, pero parece que van a durar un par de semanas no más... no tardaron en desarmarse: un hilo por aquí, un punto por allá. Aprendí -sólo en teoría- a tejer guantes. Trato de llevar el conocimiento a la práctica, pero el tejer me enfría los dedos, y no puedo tejer con guantes puestos. Quisiera que el tejido de guantes fuese una prioridad (por el frío), pero es difícil que así sea. Intentaré dedicarme a tejer cuando deje de hacer las otras cosas. Corro riesgo de volverme adicta al calor de la estufa (y tejiendo... voy a parecer abuela).
Puse trementina sobre pastel seco... es genial. Supongo que hay gente que ya sabe que puede ser entretenido, pero como artista me muero de hambre. No porque crea que mis pinturas sean malas, sino porque dibujo poco, y pinto mucho menos. Y no he vuelto a sacar fotos. En las estaciones de metro hay un afiche sobre una expo llamada Micropaisajes... me recuerda a algo que hace muuucho tiempo tengo ganas de pintar (y creo que aún no voy a empezar).
Ya se me ordenó un poco la cabeza. Todavía no sé por dónde empezar, pero no me molesta. Tengo un poco de sueño-cansancio y un poco de frío, pero algo haré. Partiré por comprar un multivitamínico: sé que es necesario comer, pero últimamente no siento mucha hambre ni ganas de comer.
Hoy es lunes. ¿Dónde estoy?
20100726
20100722
En el mundo hay 10 tipos de personas
Hubo un momento en la historia del mundo en que a mí me encantaban las poleras que traian una simpática frase como estampado principal. Obviamente, sólo era un tiempo en el que esas poleras estaban de moda, porque las cosas inteligentes dichas en pocas palabras siempre me han encantado... me alegraba el día leer cosas estampadas en ropa ajena... es que la sorpresa ponía de su parte. También he visto estampados lamentables que me hacían sentir vergüenza ajena. De todas las palabras, frases, citas y chistes estampables, creo que los que más sonrisas me sacan son los chistes matemáticos... y también los lógicos... y hasta los filosóficos... en realidad... parece que es mala idea pensar en clasificar las cosas... tan mala idea como sugerirme hacer una lista de cosas pendientes: no servirán para lo que se supone que sirvan.
Los 10 tipos de personas que se insinúan en el título de hoy, son las que conocen los números binarios... y las que no.
En la cabeza de Layzcita, las cosas pueden verse en una de cuatro o cinco formas. A grandes rasgos, existen las cosas lindas y existen las cosas no-lindas. En las primeras, estarían las cosas que me gustan, y las cosas que quiero. Las cosas que me gustan, son sencillamente las cosas que creo que son lindas, pero las cosas que quiero caen en categoría aparte: pueden ser las cosas más bellas, o pueden ser las cosas más comunes... al final, son las cosas que -de alguna forma desconocida- necesito. No moriré sin ellas, pero mi felicidad dará un paso más hacia su perfección.
De la misma manera, las cosas no-lindas pueden ser cosas que no me gustan, o cosas que odio. Puedo tolerar las cosas que no me gustan, pero no aseguro tolerancia infinita. Hay cosas que no quiero ver ni saber que existen... pero ya las vi (y puede que las tenga que seguir viendo), y ya sé que existen... así es que sólo puedo sentirme mal al verlas: son las cosas que odio. Y bueno... también hay cosas que existen, pero no son capaces de llamar mi atención (y ésas serían del "5º tipo").
También a la gente podría clasificarla así... de hecho, creo que ya lo hago: cada vez que pienso "¡oh, qué guapo!" me doy cuenta de que no es lo mismo decir que un hombre es lindo, que decir que me gusta (lo quierooo... conocer!!! más!!!). Las palabras pueden ser distintas, pero en el fondo, la clasificación es la misma.
Cambiando tema: Estoy empezando a odiar las vacaciones de invierno... es que me sacan de mis vacaciones meditativas permanentes y me llevan a pasear con las niñitas a lugares plagados de más niños... muuuuchos niños, y peorrr: vienen incluidos con sus respectivos padres. A los niños los aguanto (a los padres... ehhh... no gracias) y las filas... hay filas más largas que de costumbre, en todooo. Es terrible ir al mall si no quiero vitrinear, y llevo dos idas a Parque Arauco en dos días. Esto sólo se compara con la vez en que perdí las llaves del auto (en ese entonces nuevo) de mi mamá. Al menos esa vez paseaba feliz porque no supe que perdí las llaves sino hasta que me quise ir. No quiero imaginar cómo va a estar el mall durante este fin de semana, pero ya lo estoy imaginando... y lo odio.
Me duele la cabezota, y ya es hora de (tratar de) dormir.
Buenas noches.
Los 10 tipos de personas que se insinúan en el título de hoy, son las que conocen los números binarios... y las que no.
En la cabeza de Layzcita, las cosas pueden verse en una de cuatro o cinco formas. A grandes rasgos, existen las cosas lindas y existen las cosas no-lindas. En las primeras, estarían las cosas que me gustan, y las cosas que quiero. Las cosas que me gustan, son sencillamente las cosas que creo que son lindas, pero las cosas que quiero caen en categoría aparte: pueden ser las cosas más bellas, o pueden ser las cosas más comunes... al final, son las cosas que -de alguna forma desconocida- necesito. No moriré sin ellas, pero mi felicidad dará un paso más hacia su perfección.
De la misma manera, las cosas no-lindas pueden ser cosas que no me gustan, o cosas que odio. Puedo tolerar las cosas que no me gustan, pero no aseguro tolerancia infinita. Hay cosas que no quiero ver ni saber que existen... pero ya las vi (y puede que las tenga que seguir viendo), y ya sé que existen... así es que sólo puedo sentirme mal al verlas: son las cosas que odio. Y bueno... también hay cosas que existen, pero no son capaces de llamar mi atención (y ésas serían del "5º tipo").
También a la gente podría clasificarla así... de hecho, creo que ya lo hago: cada vez que pienso "¡oh, qué guapo!" me doy cuenta de que no es lo mismo decir que un hombre es lindo, que decir que me gusta (lo quierooo... conocer!!! más!!!). Las palabras pueden ser distintas, pero en el fondo, la clasificación es la misma.
Cambiando tema: Estoy empezando a odiar las vacaciones de invierno... es que me sacan de mis vacaciones meditativas permanentes y me llevan a pasear con las niñitas a lugares plagados de más niños... muuuuchos niños, y peorrr: vienen incluidos con sus respectivos padres. A los niños los aguanto (a los padres... ehhh... no gracias) y las filas... hay filas más largas que de costumbre, en todooo. Es terrible ir al mall si no quiero vitrinear, y llevo dos idas a Parque Arauco en dos días. Esto sólo se compara con la vez en que perdí las llaves del auto (en ese entonces nuevo) de mi mamá. Al menos esa vez paseaba feliz porque no supe que perdí las llaves sino hasta que me quise ir. No quiero imaginar cómo va a estar el mall durante este fin de semana, pero ya lo estoy imaginando... y lo odio.
Me duele la cabezota, y ya es hora de (tratar de) dormir.
Buenas noches.
20100703
Qué manera de soñar
Otra vez mis sueños y yo. Sueños de aquellos que se sueñan sin querer imaginar nada, cuando se duerme profundamente, el cuerpo parece que se tensa y la voluntad parece que no funciona... a veces dan ganas de controlar algo, de moverse, de respirar, de despertar, y no hay caso: no se puede.
La ventana de mi antiiiiiiiiguo dormitorio tenía el marco chueco, la madera estaba húmeda, y afuera llovía y llovía y llovía. Necesitaba cerrar bien la ventana, pero al mismo tiempo quería seguir mirando p'afuera... cosa que no se puede hacer si el vidrio no es transparente.
Me miré al espejo y sonreí. Mis dientes eran perfectos (ni muy grandes ni muy chicos, de colorcito A1) y uniformes, y sentí que eso era de lo más normal del mundo.
Me perdí en un barrio antiguo de Santiago, buscando el local de mi mamá. Dejé el auto más lejos de lo que creía, y mi primita no es buena para caminar. Pasé por plazas, iglesias y museos, en uno de ellos hacían recreaciones históricas... me recordó una escena de "Hannibal". Al final encontré por dónde ir y odié devolverme y encontrarme con la gente que ya se había cruzado en mi camino.
Volví al colegio, otra vez. Y faltaba a clases por la tarde porque a veces no tenía ganas de ir, y otras veces porque olvidaba ir. Subía y bajaba escaleras, recorría patios y pasillos... todo laberíntico. Dejé de dar pruebas porque olvidaba ir por las tardes y la negligencia terminó por ganar, aunque le había pedido ayuda a mis amigas para recordar que tenía pruebas y clases por las tardes, la verdad es que no resultó. Al final-final, renuncio: no voy más al colegio porque no tiene sentido estar ahí.
Anduve de paseo con mi ex. En verdá era la pura cara, pq en todo lo demás, me sentía como paseando con el actual. Estaba en un lugar como el CEAT, con los cabros haciend prácticas de verano y todo eso. Vi un árbol de pumelos gigantes (como un racimo de uvas dado vuelta, donde las bayas eran pumelos), unos higos dobles grandes, largos como paltas florentinas, y con una pulpa que parecía tinta de plumón. Salimos a almorzar, saltamos de Talagante a Santiago en dos cuadras... hasta me pregunté si nos habremos metido en uno de esos míticos pasadizos espaciotemporales, porque no entendía nada-nada. Almorzamos donde primero encontramos, y al final, una señora -la dueña- me agarra como gitana embaucando escolares ilusas (y yo me portaba como adolescente ilusa, que la dejó hacer lo que quisiera). Tomó un montón de papeles grandotes como planos y mapas, y me los empezó a corchetear en la espalda... del cuello a las caderas... uno y otro papel, algunos doblados, otros menos doblados, otros estirados. Hasta un par de alfileres de gancho me puso... atravesó carne, dejó sangre... En realidad la sangre la vi cuando me fui de ahí, y empezamos a correr. No escapando, sino corriendo por gusto. No me sentía cómoda con todas esas cosas corcheteadas sobre mí, así es que me las traté de sacar, mientras recordaba el día en que me corcheteé un dedo por andar disparando corchetes al aire. Quitados todos los corchetes, me quedaba el par de alfileres, que no eran chicos. Cuando me saqué los alfileres, los vi ensangrentados y con un montón de sangre coagulada sobre ellos, como sacada de la utilería de CSI. Mientras tanto, mi acompañante siguió corriendo; en un principio creo que me ayudaba a quitarme las cosas ésas, pero luego volvió a correr solo. Ahí dejé de sentir que era Sergio, porque se portaba como J. y su complejo de Forrest Gump: corre Forrest, corre.
Hay días en que me gustaría ser tonta. Hay noches en que me gustaría no soñar.
La ventana de mi antiiiiiiiiguo dormitorio tenía el marco chueco, la madera estaba húmeda, y afuera llovía y llovía y llovía. Necesitaba cerrar bien la ventana, pero al mismo tiempo quería seguir mirando p'afuera... cosa que no se puede hacer si el vidrio no es transparente.
Me miré al espejo y sonreí. Mis dientes eran perfectos (ni muy grandes ni muy chicos, de colorcito A1) y uniformes, y sentí que eso era de lo más normal del mundo.
Me perdí en un barrio antiguo de Santiago, buscando el local de mi mamá. Dejé el auto más lejos de lo que creía, y mi primita no es buena para caminar. Pasé por plazas, iglesias y museos, en uno de ellos hacían recreaciones históricas... me recordó una escena de "Hannibal". Al final encontré por dónde ir y odié devolverme y encontrarme con la gente que ya se había cruzado en mi camino.
Volví al colegio, otra vez. Y faltaba a clases por la tarde porque a veces no tenía ganas de ir, y otras veces porque olvidaba ir. Subía y bajaba escaleras, recorría patios y pasillos... todo laberíntico. Dejé de dar pruebas porque olvidaba ir por las tardes y la negligencia terminó por ganar, aunque le había pedido ayuda a mis amigas para recordar que tenía pruebas y clases por las tardes, la verdad es que no resultó. Al final-final, renuncio: no voy más al colegio porque no tiene sentido estar ahí.
Anduve de paseo con mi ex. En verdá era la pura cara, pq en todo lo demás, me sentía como paseando con el actual. Estaba en un lugar como el CEAT, con los cabros haciend prácticas de verano y todo eso. Vi un árbol de pumelos gigantes (como un racimo de uvas dado vuelta, donde las bayas eran pumelos), unos higos dobles grandes, largos como paltas florentinas, y con una pulpa que parecía tinta de plumón. Salimos a almorzar, saltamos de Talagante a Santiago en dos cuadras... hasta me pregunté si nos habremos metido en uno de esos míticos pasadizos espaciotemporales, porque no entendía nada-nada. Almorzamos donde primero encontramos, y al final, una señora -la dueña- me agarra como gitana embaucando escolares ilusas (y yo me portaba como adolescente ilusa, que la dejó hacer lo que quisiera). Tomó un montón de papeles grandotes como planos y mapas, y me los empezó a corchetear en la espalda... del cuello a las caderas... uno y otro papel, algunos doblados, otros menos doblados, otros estirados. Hasta un par de alfileres de gancho me puso... atravesó carne, dejó sangre... En realidad la sangre la vi cuando me fui de ahí, y empezamos a correr. No escapando, sino corriendo por gusto. No me sentía cómoda con todas esas cosas corcheteadas sobre mí, así es que me las traté de sacar, mientras recordaba el día en que me corcheteé un dedo por andar disparando corchetes al aire. Quitados todos los corchetes, me quedaba el par de alfileres, que no eran chicos. Cuando me saqué los alfileres, los vi ensangrentados y con un montón de sangre coagulada sobre ellos, como sacada de la utilería de CSI. Mientras tanto, mi acompañante siguió corriendo; en un principio creo que me ayudaba a quitarme las cosas ésas, pero luego volvió a correr solo. Ahí dejé de sentir que era Sergio, porque se portaba como J. y su complejo de Forrest Gump: corre Forrest, corre.
Hay días en que me gustaría ser tonta. Hay noches en que me gustaría no soñar.
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