Hace frío, estoy aburrida, tengo una mano heladísima con la que ya enfrié un tazón con té caliente. Quiero comer algo dulce... Oh, sí. No sé de qué voy a escribir hoy. ¿Hace cuánto que no escribía? Hummm... creo que mucho. Pero hoy no tengo ganas de burlarme de quienes no saben hacer búsquedas en internet (supongo que Wolfram|Alpha se creó pensando en ellos), ni tratando de entender el significado supuesto de palabras mal usadas, ni del cibercondríaco que llega a leer mi blog buscando diagnósticos que no hay en mis líneas (con suerte sabrán que alguna vez tuve a mi tiroides trabajando un poco menos de lo que debiera)... ahora que si me preguntaran cuáles son los síntomas de la depre... ésos los podría enumerar sin problemas, y apuesto a que serían igualitos a los que publican.
Ay, la depre... ¿Cuándo me va a dejar tranquila? Ya me cansé de espantarla, y sólo espero a que desaparezca. No sé si me aburro más de la vida o de mis medicamentos. Uhhh... me cambiaron los remedios otra vez... ahora es fluoxeta con desimipramina... o algo por el estilo, más su respectiva dosis de dormilina, que es el apodo que le doy cariñosamente a mis pastillas para dormir, sean cuales sean las de turno. Ahorita mismo el turno es de doña quetiapina. Bueno, no exactamente ahora, sino por las noches, un rato antes de acostarme a dormir. Yo creo que el cariño que les tengo a las dormilinas sólo lo puede entender alguien que no pueda descansar por las noches. Esto de haber pasado la vida entera durmiendo mal... sí creo que se lo podría dedicar a uno o dos seres humanos, pero a ninguno más... no por el momento.
Ah, ¿y qué seres humanos serían esos? Digamos que sólo un par de seres que no subestimaron, sino más bien malestimaron mi carácter. La gente normal no se acerca fácilmente a mí, así como yo tampoco padezco de mucha empatía. Pero supongo que a la larga igual me quieren, aunque me cueste querer. De otra forma no vería esas caras de sorpresa y felicidad que ponen cuando me cuentan que me creían de una forma, pero más tarde descubrieron que yo era algo totalmente distinto a lo que pensaban cuando no me conocían.
Hablando de seres humanos, confieso que me cuesta un mundo tener vida social por estos días. Es que no quiero. ¿Cómo no va a costar si no quiero? ¿Cierto? Al menos suena lógico. Es difícil estar en un mundo de gente que está bien... es... es como decirle a un suicida -hey! no lo hagas, la vida es bella- así. Es que el ver gente que está (o parece estar) bien hace que me sienta más mal. Es una comparación inevtable. Ahora, tampoco es que yo diga "oh, qué felicidad es la que veo en toda esta gente..." sino que... es como ver una pintura enteramente blanca, junto a una pintura completamente negra: se siente la diferencia sin necesidad de pensar siquiera en los nombres de aquéllos colores, ni en que se consideran tonalidades opuestas... Y de la misma forma, se puede sentir diferencia entre algo grande y algo pequeño, sin razonar antes. Y el contraejemplo: si yo fuese la mujer más feliz del mundo, y estuviera rodeada de gente triste... antes de empezar a alegrar a los demás, yo me pondría un poco triste también (no soy tan poco empática como parezco), porque hay algo en las diferencias que nos hace sentir algo... algo entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto... pero sin darle un nombre... y siempre va a depender del extremo en que cada uno esté. Y así es como no funciono bien cuando estoy con mucha gente (4 ó 5 ya se me hacen demasiados), no por la envidia de ver que otros están bien, sino porque me hacen ver que no estoy tan bien como quisiera (creo que al suicida le darían más ganas de saltar, o ganas de saltar desde más alto).
He decidido dejar las Flores de Bach, no sólo porque nunca creí mucho en ellas, sino porque siento que de verdad he encontrado mi real problema. Es algo que creí que había dejado atrás, pero no. La cosa es que mi yo tiene conflictos con su yo. Yo tampoco entendí lo que acabo de escribir, pero sentí que era una buena forma de decir que el problema que me aqueja es existencial. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? Sip. Así de existencial es la cosa. Las respuestas a las dos primeras preguntas están algo menos escondidas que la tercera. Llevo rato pensando en quién soy y cómo llegué a ser quien soy... pero he avanzado poco. El problema resulta ser que apareció el momento de pensar en la cuestión número tres. Yo creo que los indecisos no somos realmente indecisos, sino que analizamos tanto las cosas, y nos fijamos tanto-tanto, sea en lo bueno o en lo malo, que al final todos los factores pesan lo mismo, y no se puede dar una respuesta verdadera. Hummm... ¿Será que somos víctimas de la lógica? Peeero en fin... como el problema está identificado, y siento que es algo nuevo-nuevo (aunque siempre haya estado ahí)... y así mismita es la necesidad de tratarlo: con algo nuevo. Así que adiós a analizar mi estado anímico una vez al mes, bienvenida psicoterapia (por fin). Entre la loca, el psicoloco y el loquero, apuesto a que el más feliz es el loquero que tanto insistió (ni que lo fuera a ver más seguido... incluso puede ser lo contrario).
Cambiando el tema, me pregunto si alguna vez he escrito sobre mi forma de mirar el mundo y las cosas que observo: Las ambulancias abundan a la hora del taco. El matrimonio es un acto egoísta. El egoísmo no es malo en sí (y eso es muy anterior a lo que pienso del matricidio). El altruísmo también es egoísta. Pero bueno, como el egoísmo no es malo, no voy a compartir mi filosofía. Al menos por hoy. Es que tengo las manos heladísimas.
Quiero agua de manzanilla... y algo dulce, por favor.