20080729
Freak!!
Extraño. Sorprendente. Raro. Miro el EEG de mi prima y... es raro. Es más entretenido que los resultados de mi holter (que venía en resumen... ni siquiera me dieron todas las páginas). En el ECG las cosas son rítmicas, más constantes, más ordenadas. Ver un EEG es como ver una partitura: no sé leer partituras, pero siento fuerza, siento emociones, siento energía, siento calma, siento el cambio, siento las pausas. Todo, menos la música. No sé interpretar EEGs, pero veo este y siento mucha energía, fuerzas sin dirección, fuerzas en direcciones encontradas, desorden, confusión... Una voluntad fuerte pero muy escondida. Tristeza. Fuerzas que luchan contra el cansancio. Laberintos y paredes. Un remolino. Y otra vez la voluntad. Fuerte.
20080724
Bloggin' time!
Es de noche ya. Llevo algo más de un año evitando hacer trabajar a mi cerebro por las noches, por mucho que cunda. He vuelto a escribir e-mails kilométricos. He vuelto a visitar a mi amigo el loquero. No he vuelto a conversar con la psicoloca. He vuelto a la medicación de siempre, muy a mi pesar, siempre a mi pesar. Me han recetado fármacos nuevos, pero el doc no usa esa palabra; más bien me dice "te voy a pedir que tomes...", "vamos a partir con...", "vamos a subir la dosis de...". ¡Qué lindo! Si no pide encarecidamente, pareciera que me acompañara en la medicación. No he vuelto a escribir nada para el proyecto de título aún. Finalmente parece que Julio es un mal mes para empezar a trabajar. Son vacaciones de invierno para las niñas, y para las no tan niñas también.
Vacaciones es el momento en que los demás tratan de hacer lo que se les dá la gana. Y el momento en que los adultos-adultos creen que los menos adultos tenemos tiempo para todo, como si todo fuera tan fácil. La verdad es que los favores que piden no son difíciles de cumplir. El problema es que al final del día son diez las personas que pueden haber pedido algo, apenas agradeciendo y si es que agradecen. Mi familia es bastante particular. Y la familia de mi tío-vecino lo es más.
Anoche tuve un sueño... eran distintas situaciones, con distintas personas, que ya no recuerdo. Sólo sé que en mi sueño me di cuenta de que he pasado el mes completo haciéndole favores al resto, o dejando que los demás me interrumpan. Es cierto que hay días en que no quiero hacer nada y me da lo mismo ceder el computador y dedicarme a otras cosas, pero más cierto es que no sé qué hacer para que la gente deje de acudir a mí y darle más importancia a las cosas que sé que debo terminar. Peor: esta semana tenía ganas de ofrecer mis habilidades estadísticas, que no son de experto, pero creo ser más flexible que otros para pensar en ese "idioma". No era sólo por buena persona. Es que sentía que me ayudaría a hacer más sinapsis, a calentar el cerebro un poco... ahora lo analizaré mejor, antes de meter la pata.
Mis problemas de concentración no sólo resultaron ser crónicos, sino que terminaron por ser peores: llegué a un punto en que olvidaba cosas que había prometido. No sólo olvidaba lo prometido: también olvidaba el compromiso hecho. Olvidaba haber hecho cosas que hice y olvidaba hacer cosas que debía hacer. Creía haber hecho cosas que no hice, y estaba muy segura de haberlas hecho. Me recetaron Ritalín. Y las cosas mejoraron un poco, creía yo. Hasta que un día olvidé tomarlo, y cuando manejaba por una autopista santiaguina, a 90 km/h constantes, pensaba en un millar de cosas; de pronto parecía que mi cabeza volvía a su lugar para recordarme que voy conduciendo un auto, a una velocidad no despreciable, y que durante los dos minutos anteriores debí pasar por varias curvas, pero no las recordaba. Me asusté, y luego volvió a suceder... y volví a "despertar", y me volví a asustar. Luego recordé que olvidé un recado para mi mamá, y entonces conecté los hechos: ese día olvidé mis medicamentos; y entonces supe que Ritalín funciona mejor de lo que creía.
Por estos días ya no sé qué tanto compartir sobre mi estado de ánimo -y de salud- de los últimos seis meses. Me tomo mis remedios tan períodicamente como puedo, pero no es raro que los tome un par de horas más tarde porque los había olvidado. Me tomo los remedios tan responsablemente como puedo. Y trato de ser responsable aunque no me lo crean. De hecho, creo que soy tan responsable para ingerir esas porquerías, que de lejos podría parecer que me agrada tanta medicación. La verdad es que pensar en las 90 lucas al mes que cuestan mis medicamentos debiera ser suficiente para que cualquier grado de fármaco-dependencia desaparezca al instante. Y sumémosle las 35 lucas que cobra el loquero. Y pensemos en toooodo lo que podría conseguir en cualquier tienda por los mismos pesos... y pensemos en la gran recaída que tuve hace años, tras la primera vez que me dijeron "tienes una depresión...", cuando dejé de tomar fluoxetina porque quería sentirme bien sin fármacos, y... de hecho, me sentía bien cuando se me ocurrió dejar la fluoxeta. Perooo... con sólo recordar esa recaída, olvido automáticamente todo lo que podría conseguir en el mall con 125 lucas al mes. De hecho, hasta me da asco todo lo que me podría comprar, o todo lo que podría hacer con esa plata. Nunca nadie lo va a entender sin sentir antes lo que he sentido yo.
Por suerte el pololo de turno hace inmensos esfuerzos por aceptar la situación. No la va a entender ni aunque quiera, o por mucho que me esfuerce en explicárselo. Esto es como las fobias: es muy aparentemente irracional, pero sucede que... sucede, y por mucho que se trate de entender, el civil normal no lo entenderá, y ni siquiera quien padece una fobia puede comprender bien por qué siente tanto temor ante algo tan común. La diferencia está en que quien padece ha aceptado, mientras que la mayoría de los demás sólo se lamenta o se burla, de una u otra forma.
He descubierto lo rico que es dormir de corrido toda la noche. Había dormido tan mal desde hace tantos años, que no recordaba lo que era el dormir sin despertar en plena noche, cuando el reloj indica que es demasiado temprano como para siquiera pensar en levantarse. Por años creí que dormir mal por las noches era mi naturaleza. Quién sabe, tal vez lo sea, pero el único medicamento que me agrada tomar hoy es precisamente cierto neuroléptico que me permite dormir entre 8 y 10 horas seguidas, y mejor que las benzodiazepinas. No importa cuántas horas pase despierta, nunca dormía bien, siempre despiertaba antes, mínimo una vez. Por gracia y desgracia, el pequeño comprimido antes de la diaria cita con mi almohada, ha sido una bendición.
Hoy, sin querer, oficié de niñera todo el día... y por la tarde me sentía 200% estresada. El sueño que tuve añoche se hacía más que presente. Me escapé al mall, a regalonearme un rato, pero no había nada de lo que quería, o lo que encontré me quedaba corto de mangas, como suele ocurrir cuando se tienen brazos con dos centímetros más de lo habitual.
Por suerte no siempre gasto todo lo que debiera en medicamentos. El laboratorio importador me auspicia a veces, mediante el favor de una buena amiga y de su padre, y de los compañeros de trabajo de su padre.
Una cadena de favores... Siempre el mismo favor, y para mí. Gracias.
Vacaciones es el momento en que los demás tratan de hacer lo que se les dá la gana. Y el momento en que los adultos-adultos creen que los menos adultos tenemos tiempo para todo, como si todo fuera tan fácil. La verdad es que los favores que piden no son difíciles de cumplir. El problema es que al final del día son diez las personas que pueden haber pedido algo, apenas agradeciendo y si es que agradecen. Mi familia es bastante particular. Y la familia de mi tío-vecino lo es más.
Anoche tuve un sueño... eran distintas situaciones, con distintas personas, que ya no recuerdo. Sólo sé que en mi sueño me di cuenta de que he pasado el mes completo haciéndole favores al resto, o dejando que los demás me interrumpan. Es cierto que hay días en que no quiero hacer nada y me da lo mismo ceder el computador y dedicarme a otras cosas, pero más cierto es que no sé qué hacer para que la gente deje de acudir a mí y darle más importancia a las cosas que sé que debo terminar. Peor: esta semana tenía ganas de ofrecer mis habilidades estadísticas, que no son de experto, pero creo ser más flexible que otros para pensar en ese "idioma". No era sólo por buena persona. Es que sentía que me ayudaría a hacer más sinapsis, a calentar el cerebro un poco... ahora lo analizaré mejor, antes de meter la pata.
Mis problemas de concentración no sólo resultaron ser crónicos, sino que terminaron por ser peores: llegué a un punto en que olvidaba cosas que había prometido. No sólo olvidaba lo prometido: también olvidaba el compromiso hecho. Olvidaba haber hecho cosas que hice y olvidaba hacer cosas que debía hacer. Creía haber hecho cosas que no hice, y estaba muy segura de haberlas hecho. Me recetaron Ritalín. Y las cosas mejoraron un poco, creía yo. Hasta que un día olvidé tomarlo, y cuando manejaba por una autopista santiaguina, a 90 km/h constantes, pensaba en un millar de cosas; de pronto parecía que mi cabeza volvía a su lugar para recordarme que voy conduciendo un auto, a una velocidad no despreciable, y que durante los dos minutos anteriores debí pasar por varias curvas, pero no las recordaba. Me asusté, y luego volvió a suceder... y volví a "despertar", y me volví a asustar. Luego recordé que olvidé un recado para mi mamá, y entonces conecté los hechos: ese día olvidé mis medicamentos; y entonces supe que Ritalín funciona mejor de lo que creía.
Por estos días ya no sé qué tanto compartir sobre mi estado de ánimo -y de salud- de los últimos seis meses. Me tomo mis remedios tan períodicamente como puedo, pero no es raro que los tome un par de horas más tarde porque los había olvidado. Me tomo los remedios tan responsablemente como puedo. Y trato de ser responsable aunque no me lo crean. De hecho, creo que soy tan responsable para ingerir esas porquerías, que de lejos podría parecer que me agrada tanta medicación. La verdad es que pensar en las 90 lucas al mes que cuestan mis medicamentos debiera ser suficiente para que cualquier grado de fármaco-dependencia desaparezca al instante. Y sumémosle las 35 lucas que cobra el loquero. Y pensemos en toooodo lo que podría conseguir en cualquier tienda por los mismos pesos... y pensemos en la gran recaída que tuve hace años, tras la primera vez que me dijeron "tienes una depresión...", cuando dejé de tomar fluoxetina porque quería sentirme bien sin fármacos, y... de hecho, me sentía bien cuando se me ocurrió dejar la fluoxeta. Perooo... con sólo recordar esa recaída, olvido automáticamente todo lo que podría conseguir en el mall con 125 lucas al mes. De hecho, hasta me da asco todo lo que me podría comprar, o todo lo que podría hacer con esa plata. Nunca nadie lo va a entender sin sentir antes lo que he sentido yo.
Por suerte el pololo de turno hace inmensos esfuerzos por aceptar la situación. No la va a entender ni aunque quiera, o por mucho que me esfuerce en explicárselo. Esto es como las fobias: es muy aparentemente irracional, pero sucede que... sucede, y por mucho que se trate de entender, el civil normal no lo entenderá, y ni siquiera quien padece una fobia puede comprender bien por qué siente tanto temor ante algo tan común. La diferencia está en que quien padece ha aceptado, mientras que la mayoría de los demás sólo se lamenta o se burla, de una u otra forma.
He descubierto lo rico que es dormir de corrido toda la noche. Había dormido tan mal desde hace tantos años, que no recordaba lo que era el dormir sin despertar en plena noche, cuando el reloj indica que es demasiado temprano como para siquiera pensar en levantarse. Por años creí que dormir mal por las noches era mi naturaleza. Quién sabe, tal vez lo sea, pero el único medicamento que me agrada tomar hoy es precisamente cierto neuroléptico que me permite dormir entre 8 y 10 horas seguidas, y mejor que las benzodiazepinas. No importa cuántas horas pase despierta, nunca dormía bien, siempre despiertaba antes, mínimo una vez. Por gracia y desgracia, el pequeño comprimido antes de la diaria cita con mi almohada, ha sido una bendición.
Hoy, sin querer, oficié de niñera todo el día... y por la tarde me sentía 200% estresada. El sueño que tuve añoche se hacía más que presente. Me escapé al mall, a regalonearme un rato, pero no había nada de lo que quería, o lo que encontré me quedaba corto de mangas, como suele ocurrir cuando se tienen brazos con dos centímetros más de lo habitual.
Por suerte no siempre gasto todo lo que debiera en medicamentos. El laboratorio importador me auspicia a veces, mediante el favor de una buena amiga y de su padre, y de los compañeros de trabajo de su padre.
Una cadena de favores... Siempre el mismo favor, y para mí. Gracias.
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